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Las memorias de Nuria Espert (III)

En De aire y fuego (editorial Aguilar), título que la actriz catalana Nuria Espert da a sus memorias, se refiere a los miembros de ETA condenados a muerte en 1970. En las páginas 134 y 135, dice:

Volvimos a España en el durísimo invierno de 1970, uno de los momentos de mayor crispación de la dictadura. Nos encontramos con un panorama gris, gris plomo, tenso e irrespirab le. En diciembre, seis miembros de ETA fueron juzgados en Burgos, en consejo de guerra, y condenados a muerte. Hubo protestas internacionales, reuniones, asambleas, y en Barcelona se decidió organizar un encierro en la abadía de Montserrat. Toda la cultura catalana se movilizó, y subimos a la abadía gentes de teatro, escritores, artistas, políticos… Compartíamos el mismo estado de ánimo, entre la indignación y la impotencia. Nadie sabía lo que iba a pasar. Hablamos y hablamos, y poco a poco fuimos callando, pesimistas, convencidos de que Franco iba a durar eternamente. Víamos el mismo horizonte, clausurado y sin posibilidades de cambio (…).

Sin embargo, el encierro de Montserrat, unido a diversas manifestaciones de protesta dentro y fuera de nuestro país, sirvió para que el gobierno diera marcha atrás: el 28 de diciembre, las penas de muerte fueron conmutadas.

A los pocos días del encierro, y cuando las conmutaciones todavía no se habían hecho públicas, fuimos a Lyon a representar de nuevo «Las criadas». Hablé con mi madre por teléfono y me dijo que la policía se había presentado en casa: conocían todos los nombres de los «subversivos» de Montserrat. (…).

En Lyon tomamos la decisión de quedarnos unos meses en Francia, hasta que las aguas se calmaran. Teníamos el dinero que acababan de pegarnos por la representación, lo justo para unas semanas (…).

La vida es siempre sorprendente. Fernando Arrabal, de quien no esperábamos mucho, nos ofereció dinero, que no llegamos a necesitar; un gesto que Armando (el marido de Nuria Espert), más dolido que yo por su conducta con «Los dos verdugos», nunca olvidaría.

A su regreso a España, Nuria Espert tuvo que presentarse en comisaría (pags. 137 y 138). Así recuerda cómo estaban las cosas:

Las aguas se habían calmado, pero la censura seguía en alto, como comprobamos a los pocos días. Presentamos «La Lozana» y nos la tumbaron con saña: de ciento treinta páginas sólo pasaron diez o doce.

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